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Se me terminó el café

Publicado en 16 Julio 2013 por Un cafetero in relojes, relojes para hombre, relojes para mujer, relojes exclusivos

Tomar café, una de las acciones más divertidas de todo mi día. Soy un vendedor de biblias que le gusta o más bien, le encanta el café. Pero un día se me terminó mi café. No sabía qué hacer, estaba tan desesperado que no tenía tiempo de pensar qué hacer. Todo comenzó así:

Era una tarde de Agosto, cuando las lluvias por mi ciudad son tremendas. Tiene tormentas eléctricas de tal magnitud, que un científico investigó, que los rayos en una simple tormenta por estos lugares, podría alimentar Nueva York por 5 días seguidos.Cada día, hay una tormenta en esta ciudad. Así comenzó mi día, me despertó un rayo, que después se convirtió en una llovizna muy pronunciada. Salí de mi casa, que se encuentra a las afueras de la ciudad, esto con el fin de que nadie me moleste cuando veo toda mi colección de relojes exclusivos. Tengo una gran colección que casi nadie ha visto. 3000 relojes en total. En fin. Salí de mi casa con un maletín lleno de biblias. Vendo alrededor de 20 biblias en el día, estas ganancias van a un bote de vídrio, donde ahorro para irme a vivir a otra ciudad.

Normalmente llego a comprar relojes y un poco de café a la tienda de la esquina, casi siempre llegó a las 8 de la mañana, pero hoy me persiguió un perro que tenía una boca llena de espuma tipo rabia. Creo que sí tenía Rabia de la mala. Cuando me pude escapar de este animal mi hora de llegar a la tienda había pasado. Tengo un horario compulsivo de ir a los lugares que frecuento a cierta hora, sin pasarme un minuto más Así que no compré mis relojes. Ni mi café.

Después, tengo que llegar a tocar a la primera caja a las 10 am, sino no puedo ganar lo que vendo. Ese día le tocaba a una colonia un poco rica. Esta vez, era una señora anciana la de la primera casa. Me invitó a su sala para mientras iba por el dinero a su cuarto. Pero pasaron los minutos y no venía. Sus gatos me estaban molestando y decidí ir a buscarla. Cuando fui a su cuarto, la encontré tirada y golpeada en la cabeza. La esquina de la cama la había dejado inconsciente. Intenté levantarla, pero estaba sangrando. Me llené las manos de sangre y la camisa: “tengo que lavarla ya! pensé” Pero no tenía tiempo, tenía que ir a vender biblias y comprarme mis relojes exclusivos que tanto quería. Ya estaba en la meta final. Así que decidí dejarla ahí. No importaba, tenía otra otras metas tan perfectas para mi, que no importaba la gente.

Lo peor empezó a llegar, cuando al salir, timbraron a la puerta. Era un policía en su patrulla. Su pareja, se había quedado en el auto. Este llamó 4 veces al timbre y gritó “abuela”. No sabía qué hacer. Se asomó a la ventana y pudo ver como yo estaba paralizado en la mesa.

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